Compartiendo Sufies en Siria

Many thanks to some very sweet and generous Sufis in Mexico (yes, Mexico has Sufis too!) for translating my Huffington Post piece “Sharing the Sufis of Syria” into such beautiful Spanish–muchas gracias…

Compartiendo Sufies en Siria

Por Emily O’Dell

A Dervish Painting in Damascus (Photo by Emily O'Dell)

Mientras todos pensamos en las armas químicas en Siria, no puedo dejar de pensar en los Sufis de ahí –los maestros místicos vivos y muertos y los derviches que encontré en Damasco dos meses antes de que la guerra civil iniciara.
Mientras arribaba en Damasco, me encontré caminando con derviches en donde menos lo esperaba.

Cuando la mayoría de la gente piensa en derviches y en el poeta sufí Rumi, no piensan en Siria, pero deberían. La Orden Sufi Mevlevi, que sigue los pasos de Rumi, ha estado activa en Siria por centurias, como lo ilustra una foto de un derviche girador del siglo XIV en el Hospital Mamluk, en Aleppo.

Años atrás, cuando tuve la oportunidad de mirar Sufis de Damasco en una presentación en Harvard, algunos miembros del ensamble faltaban, porque sus visas habían sido negadas. “No somos terroristas” decía un derviche al micrófono, tras nuestra ovación de pie. “Somos Sufis, y hemos venido aquí por paz, no por guerra” dijo. Las humildes palabras entregadas de un corazón en súplica, arrancaron una ola de aplausos, que nunca antes había escuchado. Profundo y desafiante- molesto e inspirado- nuestro aplauso por la paz fue tan fuerte que hizo que los asientos temblaran y las lágrimas cayeran.

Recordé ese energético aplauso, mientras me dirigía a visitar la Mezquita de Umayyad – la misma que visitó el Papa Juan Pablo II en 2001 en la primera visita que un papa visitaba una mezquita. En muchas tiendas del mercado encontraba figuras coloridas de derviches a la venta, pensaba que era una forma de catar el gusto de los turistas, realmente fue placentero encontrar derviches giradores en todas direcciones, mientras rodeaba la ciudadela.

Cerca de la esquina noroeste de la mezquita, me tropecé con el santuario de Saladin, aquel legendario Sultan del siglo XII que no solo repelió a los Cruzados de Levant, sino que también fundó Escuelas y Logias Sufis en Egipto.

Escolares y Sufies han debatido sobre si la Caballería de Saladin fue influenciada por la conexión de él con la Orden Sufi Qadiri. Fue Saladin, después de todo, quien mandaba frutas y regalos a Ricardo Corazón de León, su adversario, cuando escuchó que estaba enfermo – antes de la histórica tregua.

Después de visitar los santuarios y la mezquita, sabía que mi visita no sería completa si no visitaba la tumba de Ibn Arabi, el venerado filosofo sufí del siglo XIII – que muchos consideran un más grande maestro Sufi.

Sentada ahí junto a su tumba y montones de mujeres y sus hijos- recordé como una de sus maestras Sufi en España solía decirle a Ibn Arabi:

Yo soy tu divina madre, y la luz de tu madre terrenal.
Mi corazón se ha hecho capaz de adoptar todas las formas.
Es pasto de gacelas y convento de monjes cristianos:
Templo de ídolos, Kaaba de los peregrinos,
Tablas de la ley judía y el libro del Corán
Yo vivo en la religión del amor,
dondequiera que se vuelvan sus cabalgaduras,
ahí está mi religión y mi fe

— Ibn Arabi

En este tiempo, la tradición de maestras sufíes está aún viva en Siria – y fui muy afortunada de conocer a una de ellas mientras estuve ahí. Durante un lunch cerca de la Ciudadela, me contó que hacía años que no veía a su maestro Sufi- nadie lo ha hecho- porque vive en un profundo y aislado retiro.

“No le extrañas”- pregunté. “Cómo podría extrañarlo, cuando él siempre está aquí en mi corazón? Él me enseñó todo lo que necesitaba que aprender, y ahora depende de mí ponerlo en práctica”, respondió.

Vagando por las calles de un vecindario conservador esa misma noche más tarde, me encontré con la tumba de Sheikh Ahmad Kuftaro (d. 2004) –el antiguo Gran Mufti de Damasco, que había sido también la cabeza de la orden sufí Naqshbandi en Siria-. Reconocí su nombre porque recordé que una querida amiga mía de Chicago me contó que lo había conocido en el mismo año en que lo hizo el papa Juan Pablo II –cuando Sheikh Kuftaro le dijo que “la fe es como un árbol de olivo que necesita ser atendido –así que toma tu tiempo. Una vez, cuando un embajador le preguntó al Sheikh Kuftaro cuál era el número de cristianos en Siria, él respondió que toda la gente en Siria era cristiana, porque un musulmán cree en Cristo y en su mensaje.

Me veo como el gran muftí de los 23 millones de sirios; no sólo de los musulmanes, sino también de los cristianos e incluso de los ateos. ¿Quién sabe?, puede ser que un agnóstico me convenza con mejores argumentos un día y entonces me convierta en un no-creyente.

— Grand Mufti Ahmad Hassoun

El sucesor de Sheikh Kuftaro, el actual Gran Mufti Ahmad Badreddin Hassoun, es también conocido por sus declaraciones inspiradas en el sufismo, que algunas veces parecen parábolas o anécdotas zen: “Soy practicante Sunni, soy un fiel Shiita. Mis raíces son Salafi y mi pureza es Sufí”. Él no ha sido ajeno a la violencia pues su hijo de 22 años fue asesinado, y ha sido criticado por otros sheiks y juristas sufíes como Muhammad al-Yaquobi (@Shaykhabulhuda) por apoyar al presidente Assad. Como cualquier grupo, hay sufíes sirios en cada lado de la actual división.


Olvida el mundo y así dirige al mundo
Sé una lámpara o un bote salvavidas o una ladera.
Ayuda a sanar el alma de alguien
Sal de tu casa como un pastor.
Mantente en el fuego espiritual.
Deja que te cocine.
Sé una hogaza bien horneada, y el señor de la mesa.
Ven, y sé servido
para tus hermanos.

–Rumi

A pesar de que en este mismo instante muchos sirios están huyendo de Damasco para escapar de un golpe militar extranjero, Damasco está lleno de edificios históricos a los que la gente acude para encontrar refugio y paz.  Mientras recortaba la fotografía de Tekkie Suleymaniye –un sufí medieval de los derviches giradores- intentaba imaginarme cómo habría sido la vida para los sufíes en aislamiento que dormían en esas celdas de piedra otomanas y trabajan en la cocina y en el hospicio atravesando el patio, pues el servicio a los necesitados siempre ha sido un sello de los sufíes.

Lo que me había sido desvelado de las experiencias y visiones, no puede ser expresado en palabras. Cuando entro en aislamiento le digo a mi ego: ‘Oh mi ego, aún si voy a morir, no dejaré este aislamiento. Debes saberlo. No trates de convencerme o engañarme.’

— Sheikh Abdullah Fa’izi ad-Daghestani (d. 1973)

Terminé mi estadía en Siria en el santuario del Sheikh ad-Daghestani. Estaba tan oscuro y pacífico que me quedé dormido, convirtiendo mi visita en un retiro de una noche. Sheikh ad-Daghestani –que mantuvo un retiro de cinco años dentro de una cueva en una montaña nevada- era un maestro de lo que se solía llamar las cinco estaciones del corazón: el corazón mismo, el secreto, el secreto del secreto, lo oculto y lo más oculto.

En su comprensión, “la (primera) etapa del Corazón está bajo la autoridad del Profeta Adán puesto que representa el aspecto físico del corazón. La estación del Secreto está bajo el profeta Noé porque es la vasija que es salvada de la anegación de la ignorancia. La estación del Secreto del Secreto está bajo dos profetas: Abraham y Moisés que representan la presencia Divina en la Tierra.” En lo que respecta a “la estación Oculta, está bajo la jurisdicción de Jesús, dada su especial relación con el conocimiento oculto y la comprensión espiritual. Y la Más Oculta estación del corazón, explicaba ad-Daghestani, está presidida por el Profeta Mohamed, porque es el que “fue ascendido en la noche de la ascensión a la Divina Presencia”.

Como lo demuestran todos estos ejemplos, hay mucho más en Siria que sólo guerra y las imágenes que vemos actualmente en las noticias. Ese rico y complejo país posee una historia y un abundante conocimiento, que puede ser aprendido y ponderado.


Permitámonos estrechar las manos de la hermandad y de la cooperación en lugar de las manos de la agresión y la matanza, y concedámonos ofrecer a la humanidad el amor y la paciencia en lugar del odio y la matanza.

— Sheikh Kuftaro en su carta al Papa

Una noche a principio de este años, cuando enseñaba la adoración del giro en Beirut, una mujer mayor cubierta de negro de la cabeza a los pies y a quien ninguno de nosotros había visto antes, entró con dificultad.

“¿Está aquí por el giro?” Pregunté.

“Sí, soy de Siria” dijo ella, “y soy sufí”.

Mientras la saludábamos comenzó a compartir –con lágrimas cansadas- cómo había huido de la violencia dos meses antes. No se limpió las lágrimas; siendo una dedicada derviche por décadas sonrió con alivio y explicó cómo había sido incapaz de encontrar a algún sufí en Líbano hasta esa noche.

A pesar de ser más grande que nosotros por décadas y de tener problemas en sus rodillas, cuando la flauta de caña comenzó a susurrar y las percusiones comenzaron a latir, la mujer nos sorprendió levantando el vuelo. Girando velozmente, con el corazón de un niño, parecía que había dejado de interesarse en el mundo –como si viviera únicamente por amor- a pesar de todos los innombrables horrores que había atestiguado.

*Artículo original: “Sharing the Sufis of Syria”, huffingtonpost.com
Traducción al español: Jakika y Alía Al Yerrahi

This entry was posted in Blog. Bookmark the permalink.

Comments are closed.